La vida de universitario mantiene muy ocupado a uno, pero saber que hay gente, por escasa que sea, que de vez en cuando se pasa por aquí y lee (e incluso algunos dejan su comentario) lo que yo escribo es muy gratificante, tremendamente gratificante de hecho.
Hoy no es ningún día especial, e incluso en el horizonte de mañana se pinta un examen, pero sin embargo algo ha hecho que me de por volver aquí, y he decidido que quiero dejar claro, y gritarlo a los cuatro vientos, lo increíblemente enamorado que estoy de un pequeño payasito conquense.
Lo haré a mi manera, con uno de mis textos, que no es precisamente nuestra historia, ni vida reales, ya entenderéis porque. :)
POR TI HASTA MI ÚLTIMO SUSPIRO
Se oyó el crujir de la hojarasca al ser pisoteada, el jadeo de un cuerpo cansado, subía humo por su sudoroso cuerpo, el esfuerzo estaba siendo sumo en esa sombría y fría noche de diciembre, y todavía no había terminado de recorrer la ruta marcada, aún no había alcanzado su objetivo. Ese objetivo que le permitía continuar, que le daba fuerzas, y le hacía sonreír.
Tras una breve parada para retomar fuerzas continuo el sinuoso camino con más vigor que antes, sabiendo que su objetivo estaba más cerca que nunca. Tras varías curvas bruscas, y un par de zonas quebradizas que le hicieron disminuir el ritmo, paró de nuevo, ya no podía más. Necesitaba descansar, así que se tumbo junto a las raíces de un viejo sauce, y durmió tranquilamente, soñando con ella, como cada noche.
Al despertar la luz le cegaba la vista, tras unos segundos de incertidumbre, se puso en pie, observó a su alrededor, y comenzó a correr de nuevo. Con tanto impulso y vigor, ni siquiera se fijó en donde ponía los pies, y en unos segundos se vio de bruces contra el suelo, se levantó, y dolorido decidió que debía tener más cuidado. Siguió corriendo.
De repente, ante sí se abrió un claro, pero no era un claro, el bosque se había acabado, por fin. A lo lejos podía observar el pequeño pueblo donde estaba su objetivo, su amado objetivo. Con más ganas que nunca comenzó a correr de nuevo, con frenesí y sin fijarse en nada, no veía nada, porque lo único que tenía en mente era su cara, su sonrisa, sus ojos...
Llegó hasta la puerta, estaba agotado, el sueño en el bosque no había sido tan reparador como debía, y estaba tremendamente cansado, le temblaban las piernas, y le dolía el pecho, pero había conseguido lo que quería. Toco el timbre suavemente, solo una vez, y esperó. No oía nada, así que volvió a tocar, pero nada. La casa parecía desierta, sin vida.
Se sentó bajo el dintel, y sacó un trozo de papel del bolsillo, y un lápiz. El papel estaba medio mojado de sudor, y tuvo que esperar un rato para poder escribir. El pecho le dolía demasiado. Se tumbó en el suelo, y empezó a escribir, iba a sacar todo lo que llevaba dentro. Cuando terminó de redactar, intentó levantarse, y un pinchazo en el pecho le dijo que mejor sería si se quedaba tumbado y esperaba a que se le pasara aquel lacerante dolor.
Jamás se levantó, días después, un vecino encontró su cadáver frio, con una sonrisa en la boca, una foto en su mano izquierda, en la derecha un lápiz, y en el suelo, junto a su cabeza, un papel. El vecino cogió la carta y leyó:
"Amada mía:
Esperaba haberme encontrado contigo en donde siempre, y sin embargo tú no estabas, he corrido hasta tu casa y tampoco he dado contigo, así que te escribo esta carta para que, aunque yo ya no esté, sepas lo mucho que te quiero.
Tu eres la que cada día me hace sonreír, y la que me ha llevado hasta el limbo de la felicidad, una, me temo, crispante felicidad, porque a mi ya no me queda mucho tiempo.
Sé que esto es cruel, y que debía habértelo dicho, y tal era mi intención hoy, pero soy un cobarde, y no me atrevía a poner en juego lo nuestro, no sabía cómo reaccionarías ante la noticia, y no me sentí con fuerzas para decírtelo. Lo siento de verdad.
Sabes que te amo como no he amado a nadie, que solo gracias a ti he llegado a vivir hoy, cuando realmente, hace meses que debía haber muerto, tú me has permitido seguir adelante cada día, cada segundo, haciendo palpitar mi desdichado y patológico corazón, por eso te quiero más todavía, porque tú eres la razón de mi existencia.
Siempre te querré esté donde esté.
Tuyo siempre.
Ander"
El vecino impactado se agachó junto al joven y tomó entre sus manos la foto que él tenía en su mano izquierda, era la foto de una joven muy bella, con una preciosa sonrisa y unos ojos azules que impactaban, era su sobrina. Tenía dieciséis años y vivía en esa casa con sus padres, pero hacía tres días que se habían marchado a disfrutar del invierno en su casa de las montañas.